dissabte, 30 de maig del 2009

Un altre obra d'art d'en Dino

Artículo publicado en la edición del Diario Menorca del sábado 30 de mayo de 2009.

Estimado lector, perdone que hoy no le haga mucho caso, pero ando metido en un asunto que quizá le concierne. Todavía no es oficial pero está previsto que en breve el Consell Insular envíe a cada menorquín y menorquina un impreso que deberá rellenar si quiere pasar el verano en la isla. ¿Por qué? Es una de las normas impuestas por el tripartito que gobierna Menorca desde hace poco. Sí, ya saben, el formado por las orugas peludas, las medusas y las velellas. Quieren tenernos controlados.

Porque es la sensación que me llega a la gran ciudad. Después de algunos veranos tanteando el terreno, la triple alianza ha decidido desplegar su ataque final. Por eso las medusas asesinas están ya de camino para vigilar el mar, mientras que las orugas peludas controlarán el interior, sabiamente escoltadas por ‘ses paneres’, que llevan mucho tiempo esperando esta ofensiva. La velella, aparentemente inútil, resultará ser el cerebro de la operación y en lugar de tener soldados japoneses, los kamikazes de este ejército serán las gaviotas.

Poniéndome serio durante un párrafo, ¿estamos tontos o qué? Leo que ‘Els Verds’ responden a la petición del Partido Popular de que se fumigue con un “es demasiado tarde”. ¿Demasiado tarde? Entonces, ¿qué se ha estado haciendo hasta ahora? ¿Por qué no se fumigó cuando era ‘demasiado pronto’ o, mejor aún, cuando era ‘el momento perfecto’? Bueno, ahora, en lugar de echaros las culpas unos a otros, sentaos a buscar una solución, como si por un momento a los políticos os preocuparan las personas.

Yo no soy un experto en insecticidas ni en orugas, pero sí sé que, le pese a quien le pese, Menorca vive a día de hoy del turismo. Tampoco se me dan muy bien las matemáticas, pero alcanzo a entender una sencilla ecuación: cuantas más orugas, menos turistas. Claro que las orugas tienen alma, sentimientos, corazón, y seguro que si se les da un bolígrafo, hasta son capaces de emular a Bécquer y describir brillantemente qué es el amor. Pero claro, si me dan a elegir entre ellas o yo, que se me vaya tildando de ‘orugacida’. Y espero no ser el único.

Dino Gelabert-Petrus